Por H. K. Challoner
El Maestro Hilarión mostrándose en su forma dévica.
El Maestro H. habla a sus discípulos:
Aquel que desee probar por sí mismo la existencia de los Resplandecientes –ángeles, devas, dioses, llámenlos por el nombre que quieran–, aquel que quiera oír la dulzura de sus voces, ver sus formas brillantes moviéndose en sus tareas asignadas en perfecta armonía con la Voluntad que los llamó a ellos y a todas las cosas a la manifestación. Aquel que comprenda las leyes de su ser y coopere en sus actividades divinas, que aprenda a elevar su conciencia por encima de las formas conflictivas y engañosas, cambiando las ilusiones de estabilidad, que atormentan al morador en el mundo de los sentidos. Que busque esa esfera donde la luz y el sonido, en sus formas y patrones infinitamente cambiantes, reflejan, como en la superficie quieta del mediodía de un lago, la imagen impecable del Pensamiento Divino.
Aquí, imperturbable por los caprichosos vientos de la emoción, percibirá lo que está oculto a aquellos que aún no se preocupan por saber lo que es, lo que ha sido y lo que será. Aquí, aprenderá a comprender las leyes que sólo se revelan a aquellos que, deseando la verdad por encima de todo, centran sus energías en un solo punto en su logro y están dispuestos a arriesgarse, con este fin, a la pérdida de todas las cosas que el mundo aprecia más.
Sin embargo, no piensen, oh vosotros que deseáis la Vista, la Visión y el Conocimiento, que fácilmente –o en una sola vida, se pueden alcanzar. Largo y duro es el camino. Sin embargo, debe ser hollado, no por unos pocos solos, sino por la mayoría de los hombres, si la raza humana ha de alcanzar esas alturas supremas de gloria y logros a las que, en sus momentos más nobles, aspira el hombre.
La edad de una humanidad tan perfecta y divina, en armonía consigo misma y con toda la creación, es todavía infinitamente remota; pero esa edad llegará, y os corresponde a vosotros, hijos de esta presente era de transición, abrir de par en par una vez más las puertas del Templo de la Verdad que el materialismo de los siglos pasados ha mantenido tan rigurosamente cerradas, y dar los primeros pasos hacia la luz que en él se encierra, la cual revelará a los que se atrevan a acercarse a ella cómo esta unión de los hombres y de los devas, sin la cual una mayor revelación de las leyes de la naturaleza será nunca imposible, puede lograrse más rápidamente.
Pero antes de que esto pueda hacerse, es esencial que el hombre admita la existencia de la Jerarquía Dévica, esos seres que son, de hecho, la personificación de toda energía y de todo elemento que entra en la manifestación de la forma. Porque la Vida, en su totalidad, es esencia dévica. El hombre vive incesantemente en sus emanaciones, aunque no lo sepa. Su trabajo en los siglos venideros es descubrir cómo puede vivir conscientemente con ellos en conocimiento y comprensión.
Hubo un tiempo, hace mucho tiempo, en que los hombres y los devas moraban juntos en unidad, pero el recuerdo de esa época está oscurecido por las brumas de la leyenda y permanece solo en los mitos y los cuentos de hadas de la raza.
Y así como durante siglos el reino dévico ha sido invisible e incluso desconocido para la humanidad en general, así también, salvo para los más iluminados, que se han vuelto clarividentes en el plano físico como algunos hombres lo han sido en el astral, los devas han ignorado al hombre individual, sintiéndolos como una nube de luz o un estallido de música, una vibración armoniosa o de otra manera de acuerdo a su naturaleza.
Porque para ellos todo es vibración. Es su lenguaje, su nota clave, la manifestación de Dios mismo. Habitan en un reino de belleza y amor extáticos, un reino de música visible en formas brillantes y transitorias, de color audible en ondas de sonido exquisito; de átomos de materia que giran perpetuamente, cambiando, fusionándose, separándose en respuesta a las propulsiones de la energía creadora que los devas mismos viven únicamente para expresar.
Así, sólo cuando el hombre mismo busca manifestar el poder divino de la creación y, a través de un esfuerzo de voluntad o por la fuerza del amor, manifiesta un fuerte deseo de construir en la mente o en la materia, ellos se percatan de él. Cuando esto ocurre, esos devas sintonizados con cualquier nota que suene son atraídos irresistiblemente hacia él y permanecen atrapados dentro del vórtice de energía que él ha generado, continuadamente tocando su fuerza vitalizadora sobre él hasta que el impulso primario se desvanece o la forma se completa.
De aquí se deduce que corresponde al hombre acercarse conscientemente a los devas, si desea ser instrumental en la realización de este nuevo contacto entre los dos reinos y trabajar con el plan divino para la evolución de la raza venidera.
Porque en el comienzo de cada nueva era en la historia de la humanidad, Aquellos que controlan y guían el gobierno de los mundos internos inauguran alguna línea especial de desarrollo por medio de la cual todos los seres podrán adquirir nuevos poderes que les darán una visión de los aspectos aún no revelados de la Verdad Única.
Con este fin, se concede una gran efusión de energía espiritual para estimular los cuerpos superiores de aquellos que son capaces de responder; y así es que en este momento se están desarrollando nuevas iniciaciones bajo nuestro Gran Señor, el Mahachohan, Quien en Su poderosa sabiduría dirige todas las líneas de actividad sobre la tierra. Aquellos que sean capaces de recibir estas iniciaciones tendrán como trabajo especial abrir los ojos de los hombres a las maravillas del reino dévico y apresurar el día de la cooperación entre los dos. Porque, a medida que aumenta el número de hombres que aprenden a hablar con el lenguaje de los dioses, los miembros de la jerarquía dévica vendrán a través de ellos más claramente para aprehender la naturaleza de la forma que se manifiesta en las vibraciones más densas. Y esta mayor comprensión les permitirá tomar una parte aún más activa e inteligente en la lucha del hombre por sintetizar sus cuerpos y ayudarlo en todas sus actividades. Muchos, en verdad, a través de la estrecha simpatía que con el tiempo se desarrollará entre los miembros individuales de los dos reinos, serán atraídos –como unos pocos lo han sido en el pasado– al reino humano y tomarán cuerpos humanos.
A pesar de que la nueva raza está en sus comienzos, grandes olas de fuerza, especialmente del signo de Acuario, que tendrán una influencia muy importante sobre el nuevo tipo de raza, han sido liberadas para actuar sobre la Tierra. El efecto de este influjo de energía se hará cada vez más evidente a medida que pase el tiempo y nazcan nuevas generaciones, sintonizadas con su particular tasa de vibración. Con esta fuerza regeneradora, que afectará a todas las partes del hombre, alterando incluso el orden en que se coordinan sus centros de vida, vendrán, inevitablemente, huestes de devas acuarianos; pues cada reino dévico está afiliado a un tipo particular de fuerza que emana de uno de los signos zodiacales.
Estos devas y muchos más de Sagitario y otros signos estrechamente relacionados con la construcción y preparación de las razas del futuro, serán los mensajeros divinos, que derramarán en los corazones y en las mentes de los hombres extraños deseos, pensamientos, esperanzas y aspiraciones.
Su trabajo ya se puede discernir. La búsqueda de nuevas formas de autoexpresión en el arte y en la vida; los descubrimientos en los dominios de la ciencia y en la psicología; el creciente esfuerzo que el hombre está haciendo para levantar el velo de los mundos invisibles y aprehender la verdad con una visión tetradimensional; todo esto no es más que el reflejo en la tierra de las actividades en los planos internos de estos Constructores de la Nueva Era, que están incesantemente impresionando la mente del hombre con el deseo de adquirir facultades que aún no tiene, pero que es su trabajo particular desarrollar dentro de él.
En todas las épocas, a lo largo de toda la evolución de la humanidad, tal trabajo ha estado en progreso, pero cada nueva era exige nuevos métodos; Y sólo a través de una reorientación completa de la perspectiva puede el hombre moderno esperar producir estos cambios que significarán tanto para él.
En la actualidad, los videntes de la raza, respondiendo a la influencia particular de los devas del signo de Piscis, que ha gobernado el mundo durante muchos siglos, buscan, como lo han hecho los místicos del pasado, por medio de la devoción o del poder de la voluntad, aquietar la mente y escuchar las voces internas. Pero la edad de Piscis está menguando; sus devas ya se están retirando antes de la invasión de esas nuevas fuerzas de las que hablé, y el hombre, arrastrado hacia adelante por estas olas de energía cósmica que avanzan, se está volviendo cada vez más positivo. Exige acción, rapidez, eficiencia mental en todas las ramas de sus actividades. Ya no contento con escuchar la voz de la tradición o los pronunciamientos de los demás, quiere experimentar, convertirse él mismo en el CONOCEDOR. Por lo tanto, aquellos que quieran ser los videntes y guías espirituales de esta raza venidera tendrán que aprender forzosamente cómo pueden, mediante el conocimiento y el control personales, alcanzar la comprensión y la participación en el funcionamiento de las leyes de la naturaleza, que este contacto más estrecho con la Jerarquía Dévica revelará gradualmente a aquellos que estén dispuestos a estudiar sus misterios.
Porque el hombre se halla ciertamente en el umbral de los descubrimientos, de las revelaciones, de la consecución de poderes que no se han conocido desde los días de la Raza Atlante.
Y aquí radica su peligro. A menos que, esta vez, sea lo suficientemente fuerte moralmente como para controlar estas fuerzas y desarrolle esa espiritualidad de perspectiva esencial para todos aquellos que ejercen un gran poder, una vez más se verá sobrepasado. Una vez más será arrastrado a la destrucción por las mismas fuerzas que están diseñadas para ser sus benefactores.
Es de esto, fruto de su propia ignorancia y orgullo, que buscamos protegerlo; y es a este fin que deseo revelar algunas de las dificultades que deben ser enfrentadas y superadas si el hombre ha de aprender a contactar libremente con los devas.
Porque, una vez más, quiero subrayar que los devas responden a la vibración creadora que emite un hombre, a la Nota de Voluntad, de Amor o de Actividad que hace sonar en el arpa eólica de los mundos internos. Como sean sus motivos, así se manifestará allí su nota, ya sea en armonía o en discordia; en torrentes de exquisito color o impregnados de los toscos matices de su propia aura, y de acuerdo con esta Nota será el tipo de devas que atraerá hacia sí.
Y aquí está la clave de los peligros que acompañan a esta fusión de las líneas humana y dévica de la evolución; porque aunque ambos están unidos en el objetivo y proceden hacia una sola meta, sus naturalezas son completamente diferentes. Los devas no poseen, como el hombre, de un sentido que diferencie entre el bien y el mal; por lo tanto, por su propia naturaleza, desprovista de error, o de la posibilidad de él, los que actúan en los planos inferiores del astral y del etérico pueden ser utilizados por el hombre para bien o para mal.
Sólo aquellos que poseen una comprensión clara de las leyes fundamentales de la naturaleza pueden, por lo tanto, esperar invocar a los devas con seguridad. Porque si un hombre intenta hacerlo antes de haber aprendido una gran medida de control sobre sus cuerpos emocional y mental, bajo la tremenda efusión de fuerza que su invocación atraerá sobre él, puede fácilmente ser dominado y conducido finalmente a lo que los hombres, en su ignorancia, llaman erróneamente locura.
Esta es una de las causas más comunes de la tragedia de muchos de esos seres sensibles y dotados que poseen algunos de los poderes del genio, pero carecen de sus atributos más elevados. Con una voluntad poderosa y unidireccional, el hombre invoca las energías creadoras; los devas se precipitan sobre él. El hombre se abre a ellos promiscuamente, tanto a los más bajos como a los más altos, sin saber discriminar entre ellos. Durante un tiempo ve a través de sus ojos dévicos, oye a través de sus oídos inmortales, es el receptor de un poco de su conocimiento, se olvida de todas las limitaciones del tiempo y de las leyes convencionales de los hombres menos dotados. Pero cuando el impulso se afloja y las fuerzas dévicas se retiran, se encuentra mental y emocionalmente como una cáscara vacía y abandonada, pero todavía poseído por un residuo de la energía creativa no correlacionada dentro de él. Aquel que, aunque sea inconscientemente, ha sido entrenado en el control, sabría por instinto cómo elevar esta fuerza excedente desde el plexo solar –a través del cual se vierte la mayor parte de la energía dévica– a los centros superiores, pero el hombre común estará indefenso y permitirá que la fuerza inunde sus centros internos, causando así un terrible desequilibrio, estrés emocional y, a menudo, trastornos sexuales agudos.
Este tipo de hombre vive siempre en un mundo de extremos, de éxtasis repentino, de miseria y desesperación. Si, pues, es débil por naturaleza, sintiéndose abandonado por las influencias estimulantes que le dan alegría, comenzará a invocar a esas entidades elementales inferiores que no pueden funcionar en los centros superiores, y a menudo será conducido por ellas al exceso y a la degradación.
Igualmente, si alguien trata de usar a los devas con intención deliberada para propósitos egoístas o destructivos, ¡que tenga cuidado! Con el tiempo, el resultado será el desastre; porque la nota que suene será falsa, estableciendo una disonancia con la nota creadora de la Voluntad Divina. Sobre esta disonancia, la esencia dévica vibrará con un ímpetu cada vez mayor hasta que el hombre ya no pueda controlarla. Poco a poco, la vibración creciente comenzará a desintegrar sus cuerpos hasta que finalmente serán destruidos por la parálisis, la apoplejía o por el proceso más lento de alguna enfermedad cancerosa. Finalmente, digo: esto puede no suceder en una sola vida. Sabed que aquellos que en la Atlántida, e incluso en tiempos posteriores, traficaron así con los devas, se han visto obligados a reencarnar con la disonancia que ellos mismos crearon resonando todavía dentro de ellos. Vibrando siempre sobre su materia etérica, causándoles mala salud, enfermedad o muerte de acuerdo con su fuerza y su propia debilidad. Con el tiempo, ésta debe ser transmutada por el hombre mismo en armonía a través del servicio y del amor. Y estará listo para ser “curado” sólo cuando su nota resuene una vez más al unísono.
Estos poderes no han sido pervertidos hasta su utilización más baja en el pasado solamente. Aún hoy día, en algunos cultos Indos, y en los ritos depravados de los salvajes, que han conservado fragmentos medio olvidados de los antiguos Misterios, las formas elementales inferiores son llamadas a la actividad por el sonido rítmico de los tambores y las notas estridentes y reiteradas de los instrumentos primitivos. Peor aún, con mucho, es su invocación a través de los ritos ceremoniales y la magia secreta de ciertas organizaciones religiosas que buscan, por medio de la energía dévica, esclavizar a sus adherentes a su voluntad jugando con sus emociones incontroladas y temores ignorantes. A estos, los más iluminados, les llegará la retribución, terrible y rápida, cuando llegue la hora de la nueva efusión de Amor para inundar el mundo de luz y abrir los ojos cegados.
Sin embargo, sólo los devas inferiores pueden ser utilizados para fines personales; aquellos que están altamente evolucionados, que han avanzado tanto en su línea como lo han hecho los discípulos de los Maestros en la tierra, nunca responderían a ninguna vibración excepto la vitalizada por el amor puro y el deseo de servir a los fines divinos. Tampoco se revelaría su nota a ningún trabajador del Sendero de la Mano Izquierda, ya que los secretos sólo se revelan a aquellos que han recibido Iniciaciones dévicas, y éstas sólo pueden ser tomadas en los planos internos cuando el hombre está listo para servir y obedecer, nunca antes.
Por lo tanto, os digo otra vez, que nadie intente estos contactos hasta que haya demostrado que está capacitado para hacerlo. Tal vez parezca que repito esta advertencia en particular con demasiada persistencia, pero sé muy bien cuán propensos son los hombres a ignorar u olvidar inmediatamente cualquier aspecto particular de la verdad que no desean admitir, o al que alguna parte secreta de ellos se resiste. Pero este aspecto del que hablo no puede ser ignorado u olvidado impunemente, y sólo por esa razón lo subrayo, como lo hacen los propios devas.
Recuerde, entonces, mis palabras y medite sobre ellas.
La comprensión y el control de los cuerpos es el camino; amar y servir el puente que conduce a través del abismo que separa los dos reinos todavía.
Porque el amor es la vibración a la que toda la naturaleza responde. Es la nota clave de la creación. A cada efusión de amor desinteresado, los devas responden con alegría, entrando en el hombre que ama, aumentando su poder con el suyo propio. Todos los hombres pueden adorar, pueden invocar a estos mensajeros del divino poder regenerador, con seguridad. Ningún daño puede venir a quien se esfuerza por encontrar el ritmo perfecto dentro de sí mismo, que desea derramarse en amor y en servicio; porque por este mismo acto se pone en contacto con los devas a través del Dios dentro de su propio corazón, quien no puede dejar de hacer sonar su nota correctamente, ya que Él es uno con ellos, otra chispa de la Llama Única.
Por lo tanto, aquel hombre que sienta arder en su interior un ardiente deseo de trabajar en pos de esta gloriosa meta de la unión entre los devas y los hombres, que siga adelante, sin temer nada, pero comprendiendo plenamente la magnitud de su tarea.
Porque, ante todo, debe enfrentarse a sí mismo. Debe aprender a conocer al hombre que es y ver si realmente está listo para emprender este trabajo que requiere cualidades específicas de mente, cuerpo y espíritu. Con este fin, haría bien en contemplar esa imagen de su verdadero Yo, creada por él en vidas pasadas, que siempre se revela por la posición de los planetas y las conjunciones de las luminarias al nacer. Si, leyendo correctamente sus símbolos secretos, ve que aún no es apto para esta obra, que no se desespere. Tiene el poder de construir para sí mismo, a través de la meditación y un esfuerzo continuo hacia el crecimiento espiritual, cuerpos que, en su próxima vida, le permitirán hacer todo lo que desee. Pero si las estrellas le señalan el camino, en esta vida, hacia el logro, entonces debe comenzar su entrenamiento aprendiendo primero a controlar todo anhelo egoísta de objetos de los sentidos; debe desear la verdad, el conocimiento, la sabiduría, no para sí mismo, sino para ponerlos a los pies de sus semejantes. Debe aprender la indiferencia ante el desastre, la derrota y, sí, incluso hacia la muerte. Debe estar dispuesto a dejarse separar de la mente grupal de aquellos hombres que todavía funcionan colectivamente, y a permanecer con audacia en el camino elegido, listo para actuar y, si esa acción es errónea, para pagar el precio. Debe dedicar años a un entrenamiento extenuante, como lo haría un atleta que entrena para una carrera. Debe tener una paciencia infinita, sin tratar nunca de despertar antes de tiempo esas facultades que yacen dormidas en cada hombre, pero que no puede ser movidas a la acción con seguridad hasta que el hombre sea lo suficientemente fuerte como para soportar la responsabilidad que su despertar implicará. Debe aprender, después de haber aquietado las emociones, matado el deseo y matado la ambición, a funcionar en ese plano donde la Verdad puede ser aprehendida, el plano de la Intuición, donde el alma puede tocar su Fuente divina. A
[A “Estas reglas han sido escritas para todos los discípulos: Síguelas. / Antes que los ojos puedan ver, deben ser incapaces de llorar. / Antes que el oído pueda oír, tiene que haber perdido la sensibilidad. Antes de que la voz pueda hablar en presencia de los Maestros, debe haber perdido la posibilidad de herir. / Antes de que el alma pueda erguirse en presencia de los Maestros es necesario que los pies se hayan lavado en sangre del corazón. Mata la ambición. Mata el deseo de vivir. Mata el deseo de bienestar…” – Collins, M. (1885). Luz en el Sendero.]
Entonces los Espíritus del Aire, del Fuego, del Agua y de la Tierra le abrirán de par en par las puertas de sus Reinos.
Id, pues, todos vosotros cuyos ojos están vueltos hacia esta meta, buscad ahora elevar vuestra conciencia hacia el corazón brillante de esa Hermandad que, en el largo curso de su evolución, se han convertido en los mensajeros de los Adeptos y han crecido hasta aprehender al hombre a través de las mentes de aquellos que existen sólo para servir a sus necesidades.
A algunos se les ha pedido que se pongan en contacto con vosotros y cooperen en esta obra para la que habéis sido preparados.
Vibre entonces a su nota. Mantenga su mente clara como un cristal puro, sin nubes por ninguna niebla de emoción o deseo personal.
Aquiétense. Escuchen. Entonces se acercarán; entonces hablarán. Se unirán a vosotros y a través de ustedes responderán a la nota que el hombre, en su necesidad presente, ha pronunciado.
– Challoner, H.K. (1933). Watchers of the Seven Spheres. Chapter I. The Listeners, p. 17-28.
“Solar Deva” en Challoner, H.K. (1933). Watchers of the Seven Spheres, p. 26.
Y ahora, finalmente, unas pocas palabras explicativas sobre el trabajo del discípulo que, bajo la guía del Adepto conocido como el Maestro Hilarión, ha hecho con pluma y pincel el atrevido intento de retratar a algunos de los más exaltados de los devas y transmitir sus pensamientos al mundo de los hombres.
Se me pide que diga que sólo pudo dar una impresión inadecuada de sus formas soberbias y multidimensionales, puesto que, representar a estos Seres exactamente como son es tan imposible como dar una reproducción exacta de una sinfonía orquestal en el pianoforte.
De hecho, por un lado, sus cuerpos comprenden colores que no entran en el rango de nuestras limitadas percepciones físicas, y por otro, como un caleidoscopio, sus formas y matices cambian constantemente, y sus auras se expanden y contraen.
Sin embargo, hay que felicitar mucho al autor por la manera en que se ha llevado a cabo una tarea tan difícil. Hasta ahora han aparecido descripciones de los devas en la literatura teosófica, pero hasta donde sabemos no se ha hecho ningún intento de pintarlas, de modo que a este respecto el autor se erige como un valiente pionero en una tierra aún inexplorada. B
[B Los libros de C. W. Leadbeatar y Geoffrey Hodson, en los que aparecen representaciones del mundo dévico fueron posteriores. Así como los libros de Vicente Beltrán Anglada sobre el particular.]
Además, el libro es una mina de enunciación poética y de poder del lenguaje, e incluso aquellos que por temperamento son demasiado escépticos para aceptar sus afirmaciones, no pueden dejar de disfrutarlo sólo como poesía.
Nosotros, sin embargo, lo consideramos otra valiosa contribución a la literatura relacionada con el estudio de lo invisible y su relación con el mundo visible.
– Cyril Scott. Fragmento de la “Introducción” a Challoner, H.K. (1933). Watchers of the Seven Spheres.